Más
de 500 animales asesinados, más de 25 mil personas en peligro, millones de
preguntas, ninguna respuesta.
Seis
años pasaron de la tragedia, con más muertes desde entonces y la, a veces
necesaria, tendencia colectiva hacia la amnesia general para, tal vez, poder
seguir viviendo en medio del espanto.
La
ciudad amanecía infectada, después del fervor popular de la lucha de los
juglares en el ring y de la merecida fiesta del sábado, de aquel abril del 2013;
la escena desnudaba la violencia, el desconcierto, y la lista de muertos que
inundaban las calles, y también los hogares.
¡Nadie
fue! ¡Nadie pudo haber hecho algo semejante! Aunque alguien tuvo que hacerlo…
Comenzamos
a interiorizar palabras como “Metomil” -el veneno prohibido y altamente tóxico
que se esparció en nuestro suelo-, “Biocidio”, “Emergencia Sanitaria”, y recuerdo
también las palabras de los especialistas diciendo: “Roguemos que no llueva
para que el veneno no se volatilice y lo respiremos todos”, palabras que aun
hoy resuenan en mí, espeluznantes. Los medios reflejaban el atentado con
distintos enfoques y nuevos términos, azorados ante la evidencia. Y algunos comenzaron
a copar las calles en ahogados pedidos de justicia. Pero nadie parecía haberlo hecho.
Seis
años debimos esperar para que, finalmente, pudiéramos saber quiénes fueron los
que atentaron contra nuestra vida y cruelmente asesinaron, vaya uno a saber con
qué perversos motivos, con un casi bien organizado plan de exterminio. Digo
“casi” porque en su brutalidad criminal, algo salió mal y la luz del día iluminó
el campo de guerra en el que se había convertido la ciudad de los vientos, la
ciudad de los muertos.
Protegidos,
los falsos profetas, y luego el silencio y el olvido. Y tristemente, ni la
llegada del proceso judicial de los hombres, seis años después, pareció poder
dilucidar qué fue lo que pasó, ante una sociedad consternada, que intentó
recordar aquellos días de muerte. Los jueces, en su fundamento, aseguraron saber
que el plan se orquestó desde el municipio local, más pareció faltarles alguna
prueba para poder apuntar directamente a un responsable. “Duda razonable”,
concluyeron. No “Inocente”, sí “duda” por una prueba, “por un pelo” dirían en
el pueblo.
Aún
resta otro tramo, el del resto de los imputados, seis imputados, seis años, y
aun, cero respuestas. Pedido de ´Probation´ y la esperanza de que la justicia,
esta vez, pueda desentrañar este plan perverso que nos vulneró en el corazón de
nuestra tierra, que asesinó usando los recursos del pueblo, a nuestras
espaldas, pero en nuestras narices, en la oscuridad, en el encubrimiento.
La
opinión publica pareció dividirse, sumidos en la confusión hasta de llegar a culpar
a los animales de ser los responsables de su propia muerte, como justificando
el terror porque, pienso, es muy duro asumirnos como víctimas, porque no puede
ser, porque no podríamos seguir viviendo de aceptarlo. Sin embargo, nos
atacaron a todos, a nuestras familias, a las suyas y a ellos mismos.
Ante
la posibilidad del olvido, me niego a aceptarlo, pero no para hacer un altar
del dolor, sino porque no puede darnos lo mismo; porque me resisto a resignarme
a que la vida es así, a que otros la digitan, a que algunos tienen licencia
para matar; me resisto a creer que se pueden transgredir todas las leyes con
total impunidad.
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